Estamos preparándolo todo para hacer una fiesta este viernes. Todos los pubs están cerrados en este país al ser Viernes Santo por ley (¿?), así que toca quedarse en casa de una de mis amigas toda la noche. Cenaremos (mejor dicho, cenarán porque ya avisé de que no pienso meterme ni una aceituna en la boca) y beberemos a más no poder, al menos yo porque esa reunión-cena-fiesta no va a haber quien la aguante si no estoy borrachísima. Estarán todas las chicas y el novio de una de ellas... ¿Qué pinta ése ahí? Ni puta idea, pero ya estoy acostumbrada a que todas las tías que conozco quieran incluir a sus parejas en cada uno de sus planes, como si se les fuera a acabar el amor si no se ven un puto día. En fin, desquiciante. Y juro que no lo digo porque esté loca y mi cabeza no funcione con normalidad. Incluso si me curase (¿Puede una curarse de locura?), siempre pondría a mis amigos por delante de mi novio. Pero como soy la única que piensa así, acabaré:
- Sin amigos porque todos estarán casados y tendrán hijos y harán sus vidas aburridas de casados con hijos mientras yo viajo por el mundo y me emparanoio hasta morir.
- Rodeada de amigos casados y con hijos que me contarán sus aburridas historias de casados con hijos, por lo que decidiré pegarme un tiro antes que tener que soportar otro puto segundo más escuchando esa basura.
Lo que estaba diciendo es que espero que no sea una mierda de noche, que la gente me siga el rollo y beba hasta vomitar, que hagamos muchos juegos con alcohol y que por favor no acaben hablando de sexo como todas las malditas noches porque ya me aburren. No saldré el sábado y el domingo será plan tranquilo de cena (otra vez, que pesaditos son con lo de comer, coño) y peli, así que tengo depositadas todas mis esperanzas de juerga en esa fiesta. Joder, me voy a morir del asco.