Mi día a día es desesperante:
- Me levanto, desayuno y veo la tele. A veces mi hermana está por ahí, pero no nos decimos ni una sola palabra.
- Antes de que llegue mi madre al mediodía, como y cuando llega alrededor de las dos o dos y media, saludo y me voy a la habitación a ver series en el portátil que previamente me he descargado en el ordenador, ya que el portátil no tiene conexión a Internet.
- Sobre las cuatro salgo a comer algo porque es la hora límite establecida para cerrar la boca y luego vuelvo a mi cuarto.
- Por la tarde hago ejercicio, lo que me lleva una hora y media en total.
- Después me ducho, me seco el pelo y si el ambiente está calmado en mi casa y hay algo que merezca la pena en la tele, salgo al salón, si no, de nuevo a la habitación a leer, escuchar música o simplemente tumbarme en la cama mirando al techo, literalmente, hasta que me quedo dormida.
Lo único que ha cambiado estos días es que he ido de compras un par de mañanas porque me voy de viaje la semana que viene (al fin, llevo décadas hablando de él), pero han sido un fracaso. No porque no haya encontrado ropa de mi talla o que no me quedase bien, simplemente no me gusta nada de lo que hay. Todo es colorido, sin mangas, estampado... ¿Ropa para gente sin ilusión por la vida, por favor? Para más inri, encontré unos pantalones estupendos de mi talla por sólo 10 euros. Jamás encuentro pantalones en rebajas, así que me ilusioné como una tonta. ¿Cuál fue mi puta sorpresa? ¡Que me quedaban grandes! ¡No me jodas! La talla 42 siempre me queda bien o pequeña, NUNCA grande, y para una vez que veo algo barato va y me sobra tela. ¿Es que ni eso me puede salir bien? De todas formas, ya ni siquiera estoy de humor para ir de viaje. Se me han quitado las ganas. Es la primera vez en mi vida que un viaje no me anima. Se supone que debería estar eufórica hablando todo el tiempo de lo que voy a hacer, de lo que llevaré en la mochila, los sitios que visitaré, pero la amiga con la que voy lleva sin responder a mis mails más de una semana, así que ni eso.